miércoles, 25 de agosto de 2010

Sube y baja

Un cuento inédito de Lorena Canoura*


Desde que entré a la fiesta me sentí mareado, como si el piso se moviera todo el tiempo, un efecto como el que queda en el cuerpo después de haber estado unos días navegando. Saludé uno a uno a los que estaban en el comedor, incluso me acuerdo de haber hecho algunos comentarios con los pibes, pero no me acuerdo ahora, unas horas después, nada de lo que dije. Yo movía la boca y me salían las palabras, a ellos les pasaba lo mismo, funcionaba, eran pequeñas conversaciones mientras acomodábamos una silla para que yo me sentara y los pibes se corrían para dejarme pasar. Y sobresaliendo de ese fondo espumoso de murmullos, la voz de Mariela que venía desde su pieza. No entendía mucho lo que decía, pero lo que fuera me parecía que lo hacía sabiendo que yo había llegado.
Cuando toqué el timbre y la madre de Mariela atendió el portero eléctrico gritó “Es Chalo!” antes de cortar, o sea que Mariela sabía que yo la escuchaba cuando decía esas cosas, por qué entonces contaba que había ido a bailar la noche anterior y nombraba gente que yo no conocía y ni siquiera podía imaginar adonde y con quién había salido. Pero sí podía escuchar a Flor riéndose cómplice, salpicando las historias graciosas que contaba Mariela con alguna aclaración: entonces Flor había estado con ella.; sabía más que yo del mundo de Mariela. Y yo que, después de lo que nos dijimos por MSN, me había dicho “Tiene que ser hoy”.
Fui a saludar a las chicas a la pieza de Mariela; ella estaba rara, casi no me miraba, y yo seguía en mi puente colgante. Por momentos alto, llegaba hasta la lámpara china de papel que pendía del cielo raso, y me sentía un ave gigante bajando a picotear el suelo cuando me inclinaba a saludar a las chicas que estaban sentadas en la cama. Veru y Mara me miraron y dijeron algo, como con los pibes me salieron palabras, y a ellas también y parecían tener algo de sentido. Entonces cuando llegué a Mariela y le dije “Feliz cumpleaños” y ella dijo “Ah, gracias, no te vi llegar”, a mí me dolió por lo extraño; si pudiera desmenuzar esos momentos, poner pausa, congelarle la cara para definir qué sentí cuando me miró así, diría que me desconcertó porque me cambió la realidad: ella hablaba o no todo el tiempo para mí, yo había creído que lo hacía.
Le regalaron un celular, pero se lo dieron la noche anterior, como en Navidad, siempre hacen lo mismo en la casa de Mariela, se dan los regalos de cumpleaños a las doce. Saca buenas fotos, a ella le encanta subir fotos al fotolog. Siempre me pide mí o a Flor el celu, pone los labios como si fuera a dar un beso y mira para arriba, de fondo casi siempre sale el piso de parquet o el cubrecamas verde manzana. La primera vez que chateamos y me mandó esa foto en la playa, me gustó porque tenía arena pegada en el pelo y la mirada negra y brillante como un dibujo japonés. Yo le envié una foto mía en mi pieza, tocando la guitarra y ahí fue que ella dijo “Me podés enseñar”, yo dije “Dale” y a la semana siguiente fui a la casa. Empezamos a hablarnos todos los días en la escuela, en los recreos yo subía al aula de ella o al revés, ella bajaba al patio, y así pasaron los meses. La letra del tema que le toqué el otro día lo dice todo, pero no la había terminado así que sólo le mostré los acordes y tarareé la melodía. Ella me dijo que eran los mismos acordes de “Sweet child of mine”, y sí son los mismos, pero es diferente el ritmo, la melodía, y obvio que tiene otra letra… es otra canción, bah. Y bueno, cantála con letra y todo, me dijo. Pero es que no me la acuerdo toda. La verdad, ese no era el momento, para mi tenía que ser al final del cumpleaños, y después de lo que nos dijimos por MSN antenoche, más seguro estaba de eso.
No me contó que iba a ir a bailar; raro, porque siempre hablamos de que no nos gusta ir a bailar y somos muy parecidos en eso. A todos les gusta, en cambio Mariela y yo preferimos tomar mate y tocar la guitarra, sacar temas de Julieta Venegas, aunque a mí mucho no me gusta pero está bien que ella aprenda con algo que le interese. Yo quiero que saque el solo de Pink Floyd que le enseñé, pero ella se divierte más cuando puede cantar en español.
Me quedé un rato en la pieza de Mariela, había un plato con empanadas y me pareció bien comer lo antes posible, así se me iba el mareo, y mientras elegía las que comer me fui enterando adonde había ido a bailar. Las llevó el padre de Flor, cerca de la casa de la prima de ella, en provincia. Un boliche de Banfield.
- ¿Qué tenés ahí Chalo?- escuché que decía Veru y señalaba el cierre de mi jean desde un costado.
- Debe ser el regalo para Mariela- dijo Flor, riéndose. Mariela me clavó la mirada en el pantalón y no la despegaba…
Yo me miré y no veía nada raro, lo primero que pensé es que un par de horas atrás se me había parado mientras me bañaba, pero no la sentía parada en ese momento.
- ¡Ahí no, en la mano! La bolsa, Chalo- dijo Veru.
- Sí, Chalo, devolvé la bolsa, jajá- dijo Mariela y se reían todas.
Tenía el regalo en la mano izquierda; en una bolsa de nylon doblada, un cuaderno pentagramado con los temas que a ella más le gustaban transcriptos por mí, y muchas hojas en blanco para que escriba los que quiera. Me disculpé por haberme olvidado. Cuando Mariela lo abrió me miró y volví a ver ese brillo, como en la foto. Me dio un beso, me abrazó y apoyándome la mejilla contra el pecho dijo “Chalo, qué lindo…”. Pero qué, el regalo o yo. El cuerpo de ella contra el mío y yo oliéndole el pelo, todo rápido, un segundo, pero yo ahora si quiero pongo pausa otra vez, y vuelvo a cerrar los ojos y a oler el pelo de Mariela.
Me fui con los pibes que me estaban llamando, sentado con ellos me sentí más seguro. Marcos me preguntó qué onda.
- ¿Con quién?
- En general, qué onda.
- Ah, bien, todo tranquilo. ¿Vos? ¿Fuiste a la cancha?- Dije como para hablar de algo.
- No. Jugamos en Bolivia hoy- me dijo serio- Digamos que no sólo no pude ir sino que encima perdimos.
- Ah, cierto. - dije yo y no sabía si hablaba de Boca o de la Selección. Entonces me paré a servirme una cerveza y me senté al lado de Fede. Con él era diferente porque él tocaba el bajo, así que me puse a hablar un rato de música, siempre decimos de juntarnos a tocar y nunca lo hacemos. Éramos pocos varones: Fede, Marcos, Julián, un primo de Mariela que no se cómo se llama y yo. Marcos empezó a hablar de lo bueno que estuvo “anoche”, decía. A Marcos le encantaba ir a bailar, así que me imaginé que hablaba de un boliche. Pero cuando la nombró a Mariela sentí que me mareaba más “…Cuando Maru fue a la barra…”, algo así. No escuché bien, porque yo estaba hablando con Fede en realidad, pero en algunos silencios también estaba en la conversación de los otros. Y Fede justo me preguntaba si alguna vez había escuchado a un pianista de jazz con un apellido italiano que no recordaba, que empezaba con P… y yo entornaba los ojos y hacía silencio como buscando en mi memoria, pero en realidad aprovechaba para pescar algo más sobre el boliche, quería preguntar por Mariela, pero no daba para nada. Sabía quién era el pianista, así que podía seguir con esa técnica un rato, y le iba preguntando mecánicamente cosas para las que no necesitaba pensar mucho ni poner atención a lo que me contestara.
- ¿Vino a la Argentina alguna vez?- Yo “hacía tiempo” y mientras tanto escuchaba “…Mariela sentada en el sillón casi toda la noche…”. ¿Sola o con alguien?, me hubiera gustado preguntar.
- Vino con la banda, fui a verlo al teatro con mi viejo, mi primer concierto, no puede ser que no me acuerde… - dijo Fede.
-¿Cuál, uno que era muy petiso por una enfermedad en los huesos?
- Si, que siempre toca con los hermanos…- dijo Fede-. “Era un gil el chabón, me acerqué al sillón, le di a Mariela un beso en la mejilla y se fue”, escuché que decía Marcos.
- ¿Petrucciani es el que decís?
- ¡Sí, ese!- dijo Fede re contento-…Michel Petrucciani -
Fede empezó a prestar atención a la charla de los pibes, mejor, yo ya me estaba cansando del jueguito y quería decirle “dejáme escuchar”. Justo que mis oídos habían quedado libres se pusieron a hablar de futbol, así que fui de nuevo a la pieza de Mariela. Cuando abrí la puerta vi algo que tardé en entender, Flor y Mariela se daban un piquito. Se sacaban fotos, a mí me quedó grabada la misma escena pero desde otro punto de vista, más lejos, de costado, las dos sentadas en la cama mirando para arriba.
- ¡Vení, Chalo!- dijo Mariela- Sentate con las chicas que les saco a los tres. Flor me tiró de espaldas en la cama y mientras Veru me abrazaba de un lado y Flor del otro, las dos me daban un beso en la mejilla. Yo me las imaginaba con la cara de Mariela, era ella desdoblada. Y una tercera que desde arriba nos apuntaba con el celular.
Entonces escuchamos a la madre de Mariela diciendo que ya estaba la torta, que vayamos al comedor. Ellas saltaron de la cama y me llevaron de la mano hasta la mesa.
Después de apagar las velitas Mariela repartió la torta. Nos quedamos entretenidos y silenciosos un rato, comiendo la torta de chocolate. Entonces la madre de Mariela me llamó desde la cocina, levantó la mano con un guante naranja y la movió como si fuese un pañuelo.
- ¿Y cómo la pasaron anoche?- preguntó mientras ponía un vaso recién enjuagado boca abajo en el secaplatos. Mi mirada se detuvo en las gotitas chorreantes, y sentía la suya en algún lugar de mi cara.
- ¿Anoche?
- ¿Qué, vos no fuiste a bailar con los chicos?
- No, ¿por? No me gusta ir a bailar. Vas a tener que preguntarle a otro cómo estuvo anoche si querés saber, o a tu hija, creo que eso sería lo mejor.- Nunca había hablado así con la madre de Mariela.
-¿Cómo estás en química, Chalo? ¿La subiste?- dijo después de unos segundos de silencio incómodo. De la pileta salía vapor y olor a limón.
- No, todavía no. No tuvimos prueba después de esa en la que me fue mal…- contesté y pensé que era muy rara su pregunta. Se lo iba a decir, pero me interrumpió.
- Podés venir en la semana si querés, y te explico. Vos sabés que soy profesora en el mismo colegio, no?
- Sí. Sí, se. De matemática…
- A mí siempre me gustó Química ¿sabés? Estuve a punto de hacer ese profesorado y no Matemática… Al final cambié…En fin, el jueves a la tarde estoy desde el mediodía…
- Ah, bueno, gracias. Después veo qué hago, sí?

Fui al baño, me lavé la cara y mientras me miraba en el espejo pensé que la conversación con la madre de Mariela me había dejado triste y confundido. Pensé también en lo que me había dicho Mariela por el chat. “Sos muy especial para mí”. Había pensado todo el día en esa frase, pero en ese momento me parecía lejana e irreal, como si la verdad que contenía se hubiera gastado.
Los pibes se estaban preparando para salir y me llamaban; el plan era ir al centro a tomar algo. Cuando salí de la cocina vi que las chicas en el baño se abrazaban y sacaban fotos apuntando al espejo.
Mientras bajábamos las escaleras sentí que las cosas iban más rápido que yo, todo se me adelantaba. Yo a veces estaba alto y otras bajaba, pero nunca podía avanzar. Una vez en la calle los pibes tomaron la delantera, las chicas los seguían en la suya. Yo me quedé al lado de Mariela, y mientras ella cerraba la puerta le toqué el pelo y le dije:
-Estás muy linda hoy.
- Ay...gracias, y vos estás raro hoy. No me mires así que me asustás. - me dijo seria.
- ¿Por qué te asusto?
- No sé, te veo distinto y no me gusta nada ¿Estás bien? ¿Fumaste algo?
- No…ni ahí- y cuando dije eso me di cuenta: yo siempre estuve afuera.
- ¡Si no nos apuramos nos dejan acá! ¡Esperen!- gritó Mariela y aceleró los pasos.
Yo quería decirle “ Esperá vos! Esperame a mí…”, pero me quedé parado. Mariana ya estaba corriendo y yo no la pude seguir. Cuando alcanzó al grupo ya casi estaban doblando la esquina, y cuando finalmente lo hicieron los perdí de vista.


*Lorena Canoura nació en Barracas en el año 71. Estudió en la UBA y se recibió de Psicóloga en el 98. Está en pareja desde el año 90 con Germán y es mamá de una beba de seis meses que se llama Charo.

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